Han aparecido vídeos en las redes sociales que muestran a algunos usuarios del Reino Unido vertiendo leche por lavabos e inodoros en protesta por el uso de Bovaer, un aditivo reductor del metano en la alimentación de las vacas, por parte de Arla Foods. Aunque no está clara la magnitud de estas protestas, han suscitado conversaciones sobre el impacto medioambiental de la industria láctea y el uso de nuevas tecnologías como Bovaer. Aunque la adición de estos ingredientes se presenta como un paso adelante en la lucha contra la crisis climática, plantea cuestiones más amplias sobre el impacto medioambiental de la industria láctea y sobre si centrarse en mitigar las emisiones de metano no es más que una solución provisional para un problema mucho mayor.

¿Qué es Bovaer y por qué preocupa a la gente?

Bovaer, desarrollado por DSM-Firmenich, es un aditivo alimentario que reduce las emisiones de metano de las vacas en torno a un 27% sólo en entornos de cebaderos, ya que no está clara su eficacia a lo largo de la vida (incluso cuando las vacas pastan). El metano es un potente gas de efecto invernadero con un potencial de calentamiento global 25 veces mayor que el dióxido de carbono en un periodo de 100 años. La ganadería es responsable de entre el 15 y el 20% de todas las emisiones directas de gases de efecto invernadero que calientan el planeta inducidas por el ser humano, y el metano procedente de la digestión de las vacas es uno de los principales responsables. Esto no incluye las enormes oportunidades de secuestro de carbono en las tierras liberadas por la ganadería.

A pesar de su promesa medioambiental, el aditivo ha provocado reacciones en contra. Los manifestantes sostienen que, en lugar de invertir en tecnologías como Bovaer, la industria láctea debería centrarse en reducir el número de vacas y disminuir la producción láctea. Este sentimiento está alimentado por preocupaciones más amplias sobre el coste medioambiental de la industria láctea, incluido su impacto en la tierra, el agua y la biodiversidad.

¿Es seguro el Bovaer?

Estamos en una fase muy temprana de esta investigación y ya se están exagerando las atrevidas afirmaciones de mejora medioambiental, pero Bovaer funciona esencialmente suprimiendo una enzima productora de metano en el sistema digestivo de las vacas. Sin embargo, con aditivos alimentarios similares, los microbios intestinales de las vacas se adaptaron tras un breve periodo de tiempo, volviendo a las emisiones de metano elevadas de referencia.

Organismos reguladores como la Agencia de Normas Alimentarias del Reino Unido (FSA) y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) han revisado y aprobado el aditivo, confirmando su seguridad tanto para el ganado como para los seres humanos que consumen productos lácteos de vacas tratadas. Los estudios demuestran que Bovaer se descompone totalmente en el sistema digestivo de la vaca, sin dejar residuos en la leche ni en la carne.

Sin embargo, la desconfianza de los consumidores sigue siendo elevada, impulsada por el temor a los efectos a largo plazo sobre la salud y la falta de comunicación transparente por parte de la industria. La desinformación en las redes sociales ha agravado aún más el escepticismo, y algunos tachan el aditivo de "tóxico" a pesar de las pruebas en contrario.

Una visión más amplia: El coste medioambiental de los productos lácteos

Aunque las tecnologías de reducción del metano como Bovaer pretenden abordar un aspecto de la huella medioambiental de la industria láctea, no abordan su impacto ecológico más amplio. Producir un solo litro de leche de vaca requiere aproximadamente 1.000 litros de agua, una estadística asombrosa que subraya la intensidad de recursos de la ganadería lechera.

Además, la ganadería lechera contribuye a:

-Contaminación de las vías fluviales: Las escorrentías de estiércol y los fertilizantes de las granjas lecheras suelen contaminar ríos y lagos, provocando la proliferación de algas y la pérdida de biodiversidad.

-Deforestación y uso de la tierra: Vastas extensiones de tierra están despejadas

d para el cultivo de piensos, lo que provoca la destrucción del hábitat y el aumento de las emisiones de carbono.

-Elevada huella de carbono: Además de metano, la ganadería lechera libera cantidades significativas de dióxido de carbono y óxido nitroso, lo que agrava aún más el cambio climático.

Estos problemas ponen de manifiesto la necesidad de cambios sistémicos, como la reducción del tamaño de la cabaña lechera mundial y la transición a alternativas más sostenibles.

Una granja industrial en Polonia que muestra una sala de ordeño rotativa con numerosas vacas en fila para el ordeño automatizado.
"Una sala de ordeño rotativo a gran escala en una granja industrial polaca, que ilustra la naturaleza industrializada de la producción láctea moderna. Estas instalaciones ponen de relieve la eficacia de la ganadería lechera, pero también plantean cuestiones sobre el impacto medioambiental y el bienestar animal. Fuente: We Animals Media

¿Por qué centrarse en reducir el tamaño de los rebaños?

Aunque innovaciones como Bovaer pretenden hacer que la ganadería lechera sea menos perjudicial, no abordan el problema principal: la enorme escala de la industria. Según los expertos en medio ambiente, reducir el número de vacas es una de las formas más eficaces de reducir las emisiones y disminuir la presión de la industria sobre los recursos naturales.

Alternativas como las leches vegetales, que requieren menos recursos y emiten mucho menos carbono, son cada vez más populares. Por ejemplo, producir leche de avena requiere un 80% menos de agua y emite un 70% menos de dióxido de carbono que la leche de vaca. Promoviendo estas alternativas, el sistema alimentario mundial puede dar pasos significativos hacia la sostenibilidad.

¿Son las alternativas lácteas el futuro?

El auge de las leches vegetales permite vislumbrar un futuro más sostenible. Las leches de avena, almendra, soja y guisantes están ganando adeptos como sustitutos viables de los lácteos tradicionales, y ofrecen ventajas medioambientales sin comprometer el sabor ni la nutrición. Más allá de las elecciones dietéticas personales, el apoyo sistémico a las alternativas vegetales -mediante subvenciones y educación pública- podría acelerar la transición hacia una agricultura lechera que consuma muchos recursos.

El camino a seguir

Las protestas por el vertido de leche señalan la creciente frustración pública por el impacto medioambiental de la industria láctea y su dependencia de soluciones de alta tecnología como Bovaer. Aunque reducir las emisiones de metano es importante, se necesita una conversación más amplia sobre el futuro de la producción de alimentos y el papel de la ganadería en un mundo preocupado por el clima.

Educar a los consumidores sobre el verdadero coste de los productos lácteos -para el planeta, las vías fluviales y la biodiversidad- les capacita para tomar decisiones con conocimiento de causa. Ya sea reduciendo el consumo de lácteos, apoyando alternativas vegetales o abogando por reformas sistémicas, los individuos tienen el poder de impulsar el cambio en el sistema alimentario.

Actualizado el 5 de diciembre de 2024
El titular se ha actualizado para especificar el hecho de que la tendencia a verter leche no está necesariamente extendida y es probable que esté aislada a un pequeño subconjunto de creadores de redes sociales. Sin más pruebas, no hay indicios claros de que se trate de una protesta a escala nacional.